Su retrato, de los pocos que se conservan, nos presenta a un hombre sentimental, de mirada melancólica, frente despejada, y un aspecto un tanto enfermizo. Se trataba eso sí de una persona carismática, siempre implicada en la vida social alcalaína, segura de si misma, rápida de pensamiento y algo impulsivo en sus intervenciones. De entre sus aficiones destaca su amor por los libros y su conocimiento de la historia española. Era así mismo coleccionista de antigüedades y gustaba de organizar excursiones y expediciones para así adquirir elementos arqueológicos. Hablamos de Manuel Laredo, uno de los personajes más relevantes de la historia alcalaína del siglo XIX, restaurador, constructor, pintor y alcalde de la ciudad. Intentaremos en estas páginas aproximarnos a su vida y a su legado.