La institución universitaria es hija de la Cristiandad europea medieval, y se vincula al renacimiento urbano de sus etapas finales. La Universidad surge como corporación de colaboración y apoyo para el aprendizaje intelectual: universitas magistrorum et scholarium.
La Universidad medieval tiene tres notas esenciales que la hacen original:
Corporatividad. La Universidad llega a tener existencia como tal en el momento en que cristaliza como corporación, que es lo que la constituye formalmente. Se parte de los núcleos de maestros y alumnos ya existentes, dándoles la forma del tipo de asociación que estaba en auge en aquel momento.
Autonomía. Cada centro se regía a sí mismo en lo académico, administrativo y jurídico. Tenían una doble protección, pontificia y regia, lo cual las configura como unas corporaciones de amplia proyección, con autonomía económica, administrativa y jurídica.
Universalidad. El latín funciona como instrumento lingüístico de intercambio de los saberes; las universidades tienen así planes de estudio semejantes, y una movilidad de eruditos y estudiosos. Un estudio general sería el lugar en donde se impartirían múltiples enseñanzas y habría sido ratificado por una autoridad ecuménica: Papado, Emperador o Rey. Hay autores que consideran el término Estudio General como ámbito restrictivo de un reino, y el de universitas tenía una apertura internacional y de validez de graduación. La Universidad es pues una institución docente con otorgamiento de grados reconocidos por la autoridad real y el Pontífice.
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