El Palacio Laredo |
En el Paseo de la Estación se encuentra la imponente fachada del Hotel Laredo, cuyo aspecto exterior semeja al de un pequeño castillo. Fue levantado por Manuel José Laredo y Ordoño, para residencia propia, a partir de 1881, concluyendo su construcción el 14 de abril de 1884, y su decoración en 1895. Su obra pasó, casi inmediatamente después de ser concluida, a otras manos, debido a las deudas acumuladas por este. El edificio es considerado una magnífica obra de arte, donde influyen desde la ordenación urbanística de las calles del entorno, a los jardines, la arquitectura, la decoración, el mobiliario y las obras de arte que contenía. De él destaca, hacia el exterior, el gran torreón central y el minarete que se encuentra en su esquina con un reloj en lo alto. Dentro del jardín llama la atención el gracioso cupulín de aspecto árabe donde se encuentra una pequeña puerta de acceso, elaborada en yeso, en cuyo interior están pintadas las imágenes de los Santos Niños. Para acceder al interior es necesario dar la vuelta completa al edificio, descubriendo un bonito jardín de reducidas dimensiones, algo menos de la décima parte del original que continuaba en las denominadas eras de San Isidro. En él destacan la alberca en ángulo recto, el pequeño estanque con puentecito y, al fondo, uno de los tres cenadores de hierro que se conservan en Alcalá. También se encuentran algunos restos arqueológicos; una lápida y un trozo de columna romana y dos grandes sarcófagos visigodos tallados en granito. El interior es todo un mundo de sorpresas. De frente, a través de la antigua chimenea llegamos a Salón de los Reyes, que ocupa la parte baja del gran torreón central en torno al cual se distribuyen las habitaciones del edificio. Se trata de una copia del antiguo salón del castillo de Santorcaz, mandado construir por el Arzobispo Tenorio, según se puede leer en la inscripción que le circunda: «El muy honrado y recto Señor Don Pedro Tenorio, Arzobispo de Toledo, primado de las Españas y Canciller Mayor de Castilla, mando facer de nuevo en su villa de Santorcaz este fuerte importantísimo y fortalezavalentima, como lo fue en tiempos de guerra y lo será en los tiempos de paz que ahora gozamos, quiera dios que persevere. año del nascimiento de nuestro salvador de mil e trescientos e setenta y siete años» En las paredes destacan las figuras de diversos reyes de Castilla, que partiendo de donde se inicia la inscripción antes citada, son: Alfonso XI, Pedro I, Enrique II, Juan I, Enrique III, Catalina de Lancaster, Fernando de Antequera (de menor tamaño, sobre la puerta), Juan II, Enrique IV, Isabel la Católica, Fernando el Católico, Juana la Loca y Carlos V; además de los retratos del arzobispo Tenorio sobre la chimenea y bajo éste un relieve del cardenal Cisneros. Los fondos de estas pinturas están realizados al temple, mientras que los retratos fueron hechos al óleo. El techo de la bóveda es uno de los planetarios más antiguos del mundo, representando el firmamento tal y como se concebía en el siglo XIV, con una circunferencia alrededor donde están señalados los 365 días del año, los meses y los signos del zodíaco. La parte baja está realizada en madera, con escudos repetidos del arzobispo Tenorio. Es un maravilloso y envolvente conjunto que atrapa al espectador y al igual que el resto del edificio fue realizado por el propio Laredo, siendo esta sala la última en decorarse. Salimos de nuevo a través de la puerta por donde entramos y, girando hacia la derecha, al fondo del pasillo nos encontramos una pequeña sala decorada en estuco de tipo pompeyano con imitación de tapices de dibujo renacentista en las paredes, el techo simula un artesonado. A continuación se encuentra la Sala Entelada, de mayor tamaño, cuyas paredes están decoradas con telas pintadas destacando en ella el capitel renacentista de una de las ventanas que sirve de parteluz, el zócalo, realizado en temple, imita azulejos y en el techo tiene una imitación de tracerías góticas. Girando de nuevo hacia la derecha, llegamos a la Sala del Espejo, decorada en tono verde. Frente al espejo se abre un balcón cubierto cuyo tejado está sostenido por columnas que provienen de la penitenciaría jesuita de Jesús del Monte de Loranca. Seguimos girando y llegamos a la Sala Árabe, primorosamente decorada. El zócalo es de azulejos del siglo XV proveniente del palacio de Pedro I, de Jaén, mientras que las paredes están decoradas con un entrelazado en yeso policromado en azul y rojo, en el que sobresalen los rosetones con una inscripción en árabe que dice: «SÓLO DIOS ES VENCEDOR», lema de la dinastía Nazarí de Granada, rótulo que también recorre los centros de las ventanas, cuya decoración está copiada a su vez de las ventanas del desaparecido Salón de Concilios del Palacio Arzobispal, donde Laredo trabajó como restaurador. Rematando la sala es también notable el cupulín que culmina su techo, así como la decoración de las puertas y las vidrieras de las ventanas. Continuamos hacia la derecha y llegamos a la Sala del Alfarje, que da hacia la fachada de la calle, sirviendo originalmente como zaguán de todo el edificio, como podrá comprobar si observa detenidamente el zócalo una vez que salga al exterior. El elemento más sobresaliente de esta sala es el artesonado o alfarje del siglo XVI traído del palacio de D. Antonio de Mendoza, de Guadalajara. Seguimos el recorrido hacia la Sala del Artesonado, donde destaca su techo realizado en madera vivamente decorada. Desde aquí hacia la izquierda subimos unos peldaños que nos llevan hacia otras dos salas; en la de la derecha, la que fue dormitorio de Laredo, destaca el mirador con celosía cuyo poyete está decorado con azulejos del siglo XVI procedentes de Zaragoza; y en la de la izquierda, que era su gabinete, destacan la profusa decoración entrelazada en el techo abovedado y la chimenea. Al fondo encontramos una pequeña puerta que da acceso a una terraza situada sobre la misma sala y al minarete del reloj. Entre ambas habitaciones existe un aseo común de cuidada decoración. Salimos de nuevo a las escalerillas, bajamos hacia la Sala del Artesonado y hacia la izquierda atravesamos otra sala sin decoración alguna que fueron los antiguos aseos. Por la puerta contraria llegamos a la escalera principal, en cuyo primer rellano descubrimos otra sala, antiguo dormitorio de la hija, decorada en estilo pompeyano con mirador y aseo propio de bonita decoración. Culminando la escalera se llega a la amplia sala situada en la parte alta del torreón. Ésta carece por completo de decoración pero tiene una gran luminosidad que se completa con un amplio lucernario: fue el estudio de pintura del propio Laredo. Escaleras abajo llegamos al sótano; en el entrellano está la habitación que fue del servicio, con cierta decoración, pero lo que llama la atención es la amplia sala donde se situaban las calderas para la calefacción y al fondo otra sala que fueron las antiguas cocinas con pozo incluido. Volviendo hacia atrás y atravesando el estrecho túnel, accedemos a lo que fueron los lavaderos, de los que se conserva una curiosa pila de mármol de una sola pieza. Desandamos el camino, llegamos a la planta baja y hacia la izquierda salimos al jardín. De nuevo en el Paseo de la Estación merece la pena dar la vuelta al edificio para ver la fachada lateral con otro pórtico que da hacia el pequeño patio en el que destaca un gran alero. Concluiremos observando en este lateral el mirador con celosía que anteriormente veíamos en una de las habitaciones, y en la ventana situada al otro lado del arco una columna con capitel que sirve de parteluz; observe el escudo de Alcalá, el castillo con el río, muy similar a otro situado en la Plaza de Cervantes, casi delante del Corral de Comedias. |
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